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El poder del diseño y el diseño del poder

¿Habrá espacio para que el pensamiento creativo y sensible de los diseñadores influya alguna vez en quienes dirigen el mundo?
 

Siempre he pensado que los diseñadores somos una especie híbrida extraña frente al común de los mortales. Vivimos a caballo entre el arte —lo poético— y la tecnología —lo práctico—; lo que nos otorga una especie de visión amplificada de la realidad.

Esta sensación se me hace más nítida y acuciante durante estos tiempos de profunda crisis de un sistema que muchos creen infalible mientras «todo va bien» pero que a todas luces necesita un nuevo diseño o, al menos, un rediseño integral.

La educación es idéntica en cualquier parte del globo: el lenguaje y las matemáticas arriba y las artes allá abajo, a lo lejos. El resultado es lo que tenemos a la vista: multitud de personas técnicamente preparadas para cumplir una función dentro de un sistema, pero incapaces de aportar soluciones nuevas a problemas nuevos, y más imposibilitadas aún de atreverse a deconstruir lo que no funciona para reconstruir un sistema distinto. Algo a lo que los diseñadores estamos acostumbrados a hacer cada vez que queremos encontrar una solución distinta a «aquella que tenemos y que ha quedado obsoleta».

Por poner sólo un ejemplo, sin un uso del pensamiento creativo, independiente, curioso, que cuestiona el status quo, que asume riesgos... no tendríamos puentes largos y ligeros, seguiríamos necesitando cantidades ingentes de piedra para traspasar una simple barrera física.

La neurociencia actual está desvelando que el pensamiento creativo no es otra cosa que el resultado de un uso integral de todas las partes del cerebro. El clásico cerebro izquierdo y derecho es sustituido ahora por la implicación de las emociones a través del sistema límbico, de la amígdala, etc., etc...

Pero los diseñadores no necesitamos saber toda esa parafernalia porque nos hemos entrenado para pensar así. Frente al pensamiento racional, que busca aplicar reglas y principios siempre que sea posible, que aborrece de la confusión, que es preciso, literal, explícito e impaciente; los diseñadores hemos aprendido por nuestro trabajo a desarrollar un pensamiento intuitivo, más lento y reposado, que acepta informaciones vagas, efímeras o ambiguas; que se detiene en los detalles que no encajan; que se atreve a explorar caminos sin saber con qué se va a encontrar; que trabaja incansable a un nivel subconsciente mientras nos divertimos o echamos una siesta...

Esta reflexión siempre me ha llevado a la misma pregunta: ¿Qué tipo de personas diseña los sistemas políticos, culturales, sociales, económicos? ¿No son aquellos formados en las cumbres de un sistema educativo que desprecia sistemáticamente las artes y el pensamiento realmente creativo, curtidos en los templos del control y el pensamiento funcional? ¿Por qué no se dejan al menos asesorar por artistas y diseñadores a la hora de planificar sus programas? Y, en estos tiempos de incertidumbre, me surge también la pregunta inversa: ¿Qué hacemos nosotros, los que supuestamente sabemos visualizar y diseñar opciones nuevas, más eficientes, más bellas, más nobles? ¿Somos responsables si no nos involucramos más allá de los objetos de consumo?

Fuente: http://foroalfa.org/es/noticia/38/El_poder_del_diseno_y_el_diseno_del_poder

 

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